miércoles, 2 de noviembre de 2016

¿ A MI CON SIMULACROS?






¿ A MI CON SIMULACROS?

DR. MAXIMO GRILLO ANNUNZIATA

Hace unos días se realizó a nivel nacional un simulacro de sismo, con el objetivo de preparar a la población ante un posible terremoto.
En el Centro de Salud de Breña donde trabajaba antes de jubilarme, se realizó  un simulacro de terremoto, cumpliendo una orden de la Dirección de Salud de Lima ciudad.
El simulacro fue tan realista que ameritó una felicitación de las autoridades e incluso el envío de un diploma por haber sido el  mejor de todos los simulacros. Hasta ahí la cosa.
Pero resulta que pocos días después se produjo un fuerte temblor de verdad.
Los trabajadores y demás salieron despavoridos gritando  de terror. Unos se lanzaron por la ventana, otros rodaron por las escaleras. Otros más se arrodillaron en los pasillos rogando clemencia a Dios. Otros lloraban a gritos.
¿Y las precauciones de que antes de salir había que apagar  la electricidad? Todos se olvidaron en su terror. Eso de refugiarse en las zonas de seguridad: nadie, también se olvidaron. De que había que cerrar las llaves de gas al salir, nada de nada.
Que había que ubicarse alrededor de los círculos de seguridad tomados de los hombros; nadie.
Que al salir el comité de vigilancia debía de salir llevando los extinguidores, nadie y nadie.
Que se debería dejar las puertas abiertas y cajones, nada de nada.
Que dejar salir primeros las mujeres y los niños, nada ni nadie.
Que ayudar a los ancianos a salir, nada y nadie.
Que mantener la calma, ninguno.
Que dar consejos, nadie.
Al terminar el temblor el personal debía retornar a sus puestos. El comité de emergencia que debería revisar los ambientes  para ver algún herido, nadie
Que el comité de registros de atendidos, nadie.
Que los camilleros deberían recorrer los ambientes, nada.
Que todos a sus puestos, nadie, todos corrieron a ver por sus familiares.
El terror y la angustia dominó a todos, y cada cual trataba de salvarse  de lo que creían era su final.
Yo estaba sentado en mi escritorio en el consultorio y me dije “ si salgo  no alcanzo a llegar a la puerta mejor me quedo donde estoy y veo lo que puedo hacer”, pero al levantarme noté que el piso se movía y desde la puerta del consultorio pude ver la reacción de los demás” Mi profundo desprecio por la muerte me mantuvo sereno, y cuando salí a la calle me dedique a consolar a los demás. Era tan grande el terror que no escuchaban  las palabras, lloraban y gritaban, en sus ojos solo había terror y angustia y una gran preocupación por sus familiares .Los trabajadores se largaron sin firmar su salida sin importarles  nada, ni los presuntos heridos que podían venir.
Esa experiencia me enseñó que los simulacros son una cosa y la realidad otra. Es como los simulacros de combates y desembarcos que cada cierto tiempo realizan los del ejército. Bajan a la playa, haciendo disparos piruetas y carambolas. Es muy fácil porque nadie les está disparando. Así cualquiera es valiente.
Es por eso no creo en los simulacros, es un autoengaño. Es engañarse si mismo y engañar a los demás.
Adiós, nos vemos en el próximo gran terremoto.






No hay comentarios:

Publicar un comentario