sábado, 3 de junio de 2017

SALVADO POR LA CAMPANA O SALVADO POR LA FLOJERA







SALVADO POR LA CAMPANA O SALVADO POR LA                                       FLOJERA 



DR. MAXIMO GRILLO ANNUNZIATA



Nota.-Este artículo  estuvo a punto de aparecer en mi libro titulado “Memorias de un Estudiante Agitador”. Pero como el suceso no aconteció en mi época de estudiante, a pesar de que  comenzó a gestarse en mi época estudiantil, no lo incluí, pero aquí va.  


Hace uno días  me encontré con un antiguo paciente diabético que fue testigo presencial  de la catástrofe de Mesa Redonda, fue testigo de primera fila porque todo comenzó al costado de donde él se hallaba.
Cuando yo era estudiante, usaba el pelo largo que me llagaba hasta los hombros y una barba que llegaba hasta casi la cintura. No andaba de esta forma por protesta ni cosa por el estilo, sino que así me libraba de ir a cada rato a la peluquería, ya que la barba me crecía de un día a otro y afeitarme todos los días me era  un fastidio. La moda estudiantil me favorecía para evitar la molestia de ir al peluquero a cada rato.
A pesar de ello en oportunidades me acercaba al peluquero para arreglar mi gran peluca y barba.
Cerca de la facultad de medicina  había un peluquero  que conocía  su oficio y me arreglaba la barba y   el pelo lo mejor que podía. E incluso, cuando decidí cortarme corto el pelo y rebajarme la  barba seguí yendo al mismo peluquero, el cual no solo trabaja bien, sino que cobraba mu y barato  ya que atendía a varios muchachos de la  universidad. Era un peluquero de estudiantes, y su peluquería quedaba a pocos metros de Mesa Redonda, del lugar mismo del inicio de la tragedia.
Siendo  ya profesional durante muchos  años iba siempre al mismo peluquero, viviendo incluso en distritos bastante alejados.
En el fondo seguía el consejo de mi padre, que decía:   “De peluquero y de sastre nunca se cambia, porque ya conocen cuál es tu corte que mejor te queda”.
El asunto fue que llegaron las fiestas de fin de año, y estando invitado junto con mi mujer y mi hermanita  a un baile de fin de años decidí ir al peluquero.
Vivía en esas épocas en San Miguel, en la urbanización Las Leyendas y a la vuelta de la esquina había una peluquería que cobraba 5 veces más que mi peluquero de Mesa Redonda y hacia unos cortes “modernos” espantosos, y eso de pagar  más para un corte horrible no me gustaba nada.
Pero ir a mi peluquero de Mesa Redonda en esas fechas era un tormento, significaba  ir por la avenida Abancay con su espantosa congestión del tráfico propias de las fechas y enfrentarse a una multitud de comparadores que acudían en masa para las compras de fin de año. Significa perder unas tres horas de viaje en micro para ir y tres horas para regresar, había que esperar que se atendiese a los demás clientes hasta que  llegue tu turno. Mucho sacrificio.
La verdad es que me dio flojera ir hasta mi peluquero y por eso no fui.
¿Qué voy a hacer? Pagar 5 veces más por un corte de pelo espantoso o ir hasta Mesa Redonda?.
Me ganó la flojera y decidí ir a la peluquería  a la espalda de mi casa en San Miguel y pagar más por  un corte de cabello peor.
Y eso me salvó de  una muerte segura.
Era el 29 de Diciembre del 2001.En el mismo momento que se desataba la tragedia yo estaba cortándome el pelo y recortándome la barba en la peluquería a la espalda de mi casa en San Miguel. Era la misma hora en que había calculado llegar  a mi acostumbrada peluquería de Mesa Redonda.
Lo que sucedió me lo contó años después mi paciente, testigo presencial de los hechos.
Toda una cuadra de Mesa Redonda estaba llena de cientos de vendedores ambulantes de pirotécnicos, ocupaban las veredas y la pista. Los locales comerciales y las galerías comerciales del lugar también  estaban repletos de pirotécnicos, bengalas, fuegos artificiales, cohetones, cohetecillos, fuegos artificiales de todo tipo, ratas blancas bombardas. Etc.
Incluso en los alrededores de esa cuadra también estaban invadidas por vendedores ambulantes y existían locales y galerías que también estaban repletas de pirotécnicos, era todo un arsenal, se calcular que explotaron  cerca de 900 toneladas de pirotécnicos.
Resulta que mientras mi paciente compraba  unos fuegos artificiales para celebrar el años nuevo, el imbécil (que abundan en el Perú) vendedor ambulante del costado para  impresionar a un comprador encendió un fuego artificial sin calcular los resultados. Las bengalas del pirotécnico cayó sobre  los demás fuegos artificiales de alrededor comenzando una reacción en cadena. En contados segundos se desató el  infierno, toneladas de pirotécnicos explotaron si cesar. Los videos muestran como la gente corría espantada tratando de salvarse mientras los fuegos artificiales los derribaban y los quemaban. Las explosiones ocasionaron  incendios por todas partes, incluso a cuadras de distancia. Se incendiaron manzanas enteras de los alrededores. Los dueños de las galerías comerciales estúpidamente, para impedir que les roben cerraron las puertas de las galerías dejando a la gente sin vías de escape y murieron todos  carbonizados.
Algunas bombardas cayeron en la subestación eléctrica de la esquina del jirón Cuzco con Mesa Redonda, cayendo los cables de alta tensión y varios murieron electrocutados.
Se originaron varios incendios mientras las explosiones no se detenían, se trataba de toneladas de fuegos artificiales.
Se calcular que los muertos pasaron de los 2000 (dos mil), los datos oficiales hablan solo de 300 muertos y 108 desaparecidos, pero estas cifras  no hablan de los restos destrozados que llenaron camiones completos.
La día siguiente preocupado por la desgracia y por la suerte de mi peluquero fui hasta Mesa Redonda, pero no dejaban pasar a nadie ya que los bomberos y la policía se dedicaba a recoger a los muertos, pero lo que más abundaba eran los restos, brazos, piernas, cabezas etc. Los muertos estaban tan calcinados que fue imposible reconocerlos.
Días después me acerqué de nuevo a Mesa Redonda, y lo primero que hice fue ir al local donde funcionaba la peluquería.
El local estaba totalmente destruido, calcinado completamente por acción del fuego y de las explosiones, irreconocible.
Nunca se recuperaron los cadáveres del peluquero y de su ayudante, que era una muchacha provinciana, del mismo pueblo del peluquero y que era su amante que aprendía la peluquería en el local.
Tampoco se recuperaron los cuerpos de sus clientes, todo había desaparecido por efecto de la deflagración.
Conociéndome como me conozco, se hubiera estado en el lugar en los momentos de la catástrofe, lo más probable era que me hubiese lanzado a ayudar las víctimas o a apagar el fuego y hubiera  muerto junto con los demás.
Me salvó la flojera de ese día.
Episodios como ese  he tenido muchos en mí agitada existencia. No solo mi poderosa  intuición del peligro, sino incluso mi buena suerte me ha salvado muchas veces.
¿QUE ES LO QUE ME PROTEGE?.
Esa pregunta me la he  hecho muchas veces, ¿para que me protege el destino, cual es mi misión?.




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