martes, 2 de mayo de 2017

PRECOGNICION





                       
                              PRECOGNICION
      

DR. MÁXIMO GRILLO ANNUNZIATA


Este es otro capítulo de mis “Memorias de un estudiante agitador”, que se quedó en el tintero y ni figura en la versión impresa de mis memorias. Pero aquí lo ponemos.

¿Qué es la precognición?. Es la capacidad de  conocer las cosas antes de que ocurran. Este fenómeno se debe a que el inconsciente también piensa y calcula independientemente de la conciencia, pero a partir de datos elaborados  anteriormente por la conciencia. Incluso el inconsciente percibe información que no pasa por la conciencia  y es un mecanismo ancestral, que heredamos en el proceso evolutivo y lo tienen muchos animales.
Es lo que generalmente llamamos intuición.
Personalmente, le debo mucho a mi poderosa  intuición, sobre todo a mi intuición sobre el peligro. Por eso estoy vivo hasta ahora.
Resulta que mientras era estudiante de medicina, en  una sala de hospitalización, todos los días realizábamos la visita de todos los pacientes,  elaborando las historias clínicas, viendo como evolucionaban y reajustando sus tratamientos.
Entre ellos había un paciente portador de  una enfermedad conocida como  anemia aplásica, en la cual los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas dejan de producirse.
Se trataba de un paciente pobre dueño de una pequeña bodega en un barrio pobre, pero que  siempre tuvo inquietudes intelectuales y siempre quiso estudiar filosofía, pero la pobreza en que vivía nunca se lo permitió. Cuando supo que además de estudiar medicina yo  estudiaba filosofía y física, le gustaba hablar conmigo sobre filosofía, porque se había comprado algunos libros de divulgación, y  de esta forma nos hicimos amigos. Hablábamos largas horas y me contaba episodios de su vida y de sus inquietudes filosóficas, de la primera enamorada que tuvo, una universitaria que lo abandonó por pobre.
El paciente respondía bien al tratamiento y solo esperábamos que la hemoglobina subiera  unos 2 gramos más para darle de alta.
Una mañana encontré al paciente llorando a lágrima viva, desconsolado.
-Que pasa   hijo, porque lloras?
-Doctor me voy a morir.
-No digas tonterías, estas respondiendo bien al tratamiento, dentro de unos días te vamos a dar de alta
-No doctor, me voy a morir. Pero no lloro por mi suerte. Lloro por mi madre. Mi mujer  odia a mi madre, y cuando muera la va a votar a la calle.
-¿Por qué haría eso?
-Nosotros tenemos  una pequeña bodeguita y mi madre se encarga de ella, mi mujer quiere agarrase todo el  dinero, pero mi madre  no la deja porqué nos iríamos la quiebra y de que viviríamos después. Vieja de mierda cualquier día te voy a votar a la calle para que duermas en el piso,  para que vivas de mendiga le dice a cada rato. Mi mujer es mala y cruel.
-Oye, no te tortures en vano, tú vas a quedar bien, tus hemogramas han  mejorado mucho.
-No doctor, yo voy a morir.
Y el paciente lloraba desconsolado.
-No seas depresivo y tranquilízate, lo que ocurre es que estás con depresión a causa de tu enfermedad, pero tú vas muy bien con tratamiento, porque no quieres aceptarlo?.
Seguimos conversando tratando de calmarlo y cuando dejó de llorar le dije:
-Mañana te voy a traer un libro de filosofía, para que leas y te dejas de pensamientos  negativos.
-Gracias doctor, esté donde esté, voy a velar por mi madre y por usted, yo lo protegeré a usted también doctor.
-Déjate hablar  de disparates y come bien para aumentar la hemoglobina. ¿Nos entendemos?.
-Si doctor, gracias doctor.
Cuando me retire sentí un escalofrío que  me recorrió la espalda y me fui tranquilo pensando que había calmado al paciente.
En la noche acudí a una asamblea de estudiantes en San Marcos, donde acordamos ir al huelga, salimos y agarramos a pedradas a la policía como de costumbre, y cuando arrojaba una molotov encendida, no sé de donde apareció un camión porta tropa lleno de policías que pasaron  como un rayo a solo tres metros de donde yo estaba. O no me vieron, o bien no me dieron importancia porque siguieron de largo. Es  imposible que no me vieran porque venían de frente a donde yo  me encontraba, me salvé de milagro.
A la mañana siguiente me dirigí de frente donde el paciente de la anemia aplásica llevándole el libro que le  había prometido.
La cama estaba vacía.
El paciente había fallecido poco después de que  yo me había retirado del hospital al terminar mi jornada.
Lo lamenté mucho  y no comprendía porque había fallecido si el tratamiento iba bien y el paciente estaba mucho mejor.
Y tampoco  comprendía como el paciente sabía que iba a morir. Lamenté no  haberle preguntado donde quedaba su bodeguita, para ir y ver cómo ayudar a su anciana madre y ver si se podía conseguir que fuera a  un asilo.

En ese momento, de repente, entendí porque los del camión  porta tropa no me habían visto. El paciente me había protegido.




No hay comentarios:

Publicar un comentario