¿ A MI CON SIMULACROS?
DR. MAXIMO GRILLO ANNUNZIATA
Hace unos días se realizó a
nivel nacional un simulacro de sismo, con el objetivo de preparar a la
población ante un posible terremoto.
En el Centro de Salud de
Breña donde trabajaba antes de jubilarme, se realizó un simulacro de terremoto, cumpliendo una
orden de la Dirección de Salud de Lima ciudad.
El simulacro fue tan
realista que ameritó una felicitación de las autoridades e incluso el envío de
un diploma por haber sido el mejor de
todos los simulacros. Hasta ahí la cosa.
Pero resulta que pocos días
después se produjo un fuerte temblor de verdad.
Los trabajadores y demás
salieron despavoridos gritando de
terror. Unos se lanzaron por la ventana, otros rodaron por las escaleras. Otros
más se arrodillaron en los pasillos rogando clemencia a Dios. Otros lloraban a
gritos.
¿Y las precauciones de que
antes de salir había que apagar la
electricidad? Todos se olvidaron en su terror. Eso de refugiarse en las zonas
de seguridad: nadie, también se olvidaron. De que había que cerrar las llaves
de gas al salir, nada de nada.
Que había que ubicarse
alrededor de los círculos de seguridad tomados de los hombros; nadie.
Que al salir el comité de
vigilancia debía de salir llevando los extinguidores, nadie y nadie.
Que se debería dejar las puertas
abiertas y cajones, nada de nada.
Que dejar salir primeros las
mujeres y los niños, nada ni nadie.
Que ayudar a los ancianos a salir,
nada y nadie.
Que mantener la calma,
ninguno.
Que dar consejos, nadie.
Al terminar el temblor el
personal debía retornar a sus puestos. El comité de emergencia que debería
revisar los ambientes para ver algún
herido, nadie
Que el comité de registros
de atendidos, nadie.
Que los camilleros deberían
recorrer los ambientes, nada.
Que todos a sus puestos,
nadie, todos corrieron a ver por sus familiares.
El terror y la angustia
dominó a todos, y cada cual trataba de salvarse
de lo que creían era su final.
Yo estaba sentado en mi
escritorio en el consultorio y me dije “ si salgo no alcanzo a llegar a la puerta mejor me
quedo donde estoy y veo lo que puedo hacer”, pero al levantarme noté que el
piso se movía y desde la puerta del consultorio pude ver la reacción de los demás”
Mi profundo desprecio por la muerte me mantuvo sereno, y cuando salí a la calle
me dedique a consolar a los demás. Era tan grande el terror que no
escuchaban las palabras, lloraban y
gritaban, en sus ojos solo había terror y angustia y una gran preocupación por
sus familiares .Los trabajadores se largaron sin firmar su salida sin
importarles nada, ni los presuntos
heridos que podían venir.
Esa experiencia me enseñó
que los simulacros son una cosa y la realidad otra. Es como los simulacros de
combates y desembarcos que cada cierto tiempo realizan los del ejército. Bajan
a la playa, haciendo disparos piruetas y carambolas. Es muy fácil porque nadie
les está disparando. Así cualquiera es valiente.
Es por eso no creo en los simulacros,
es un autoengaño. Es engañarse si mismo y engañar a los demás.
Adiós, nos vemos en el próximo
gran terremoto.
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