SALVADO
POR LA CAMPANA O SALVADO POR LA FLOJERA
DR. MAXIMO GRILLO ANNUNZIATA
Nota.-Este artículo estuvo a punto de aparecer en mi libro
titulado “Memorias de un Estudiante Agitador”. Pero como el suceso no aconteció
en mi época de estudiante, a pesar de que comenzó a gestarse en mi época estudiantil, no
lo incluí, pero aquí va.
Hace uno días me encontré con un antiguo paciente diabético que
fue testigo presencial de la catástrofe de
Mesa Redonda, fue testigo de primera fila porque todo comenzó al costado de
donde él se hallaba.
Cuando yo era estudiante,
usaba el pelo largo que me llagaba hasta los hombros y una barba que llegaba
hasta casi la cintura. No andaba de esta forma por protesta ni cosa por el
estilo, sino que así me libraba de ir a cada rato a la peluquería, ya que la barba
me crecía de un día a otro y afeitarme todos los días me era un fastidio. La moda estudiantil me favorecía
para evitar la molestia de ir al peluquero a cada rato.
A pesar de ello en
oportunidades me acercaba al peluquero para arreglar mi gran peluca y barba.
Cerca de la facultad de medicina había un peluquero que conocía su oficio y me arreglaba la barba y el pelo lo mejor que podía. E incluso, cuando
decidí cortarme corto el pelo y rebajarme la
barba seguí yendo al mismo peluquero, el cual no solo trabaja bien, sino
que cobraba mu y barato ya que atendía a
varios muchachos de la universidad. Era
un peluquero de estudiantes, y su peluquería quedaba a pocos metros de Mesa
Redonda, del lugar mismo del inicio de la tragedia.
Siendo ya profesional durante muchos años iba siempre al mismo peluquero, viviendo
incluso en distritos bastante alejados.
En el fondo seguía el
consejo de mi padre, que decía: “De peluquero y de sastre nunca se cambia,
porque ya conocen cuál es tu corte que mejor te queda”.
El asunto fue que llegaron
las fiestas de fin de año, y estando invitado junto con mi mujer y mi hermanita
a un baile de fin de años decidí ir al peluquero.
Vivía en esas épocas en San Miguel,
en la urbanización Las Leyendas y a la vuelta de la esquina había una peluquería
que cobraba 5 veces más que mi peluquero de Mesa Redonda y hacia unos cortes “modernos”
espantosos, y eso de pagar más para un
corte horrible no me gustaba nada.
Pero ir a mi peluquero de
Mesa Redonda en esas fechas era un tormento, significaba ir por la avenida Abancay con su espantosa congestión
del tráfico propias de las fechas y enfrentarse a una multitud de comparadores
que acudían en masa para las compras de fin de año. Significa perder unas tres
horas de viaje en micro para ir y tres horas para regresar, había que esperar que
se atendiese a los demás clientes hasta que
llegue tu turno. Mucho sacrificio.
La verdad es que me dio
flojera ir hasta mi peluquero y por eso no fui.
¿Qué voy a hacer? Pagar 5
veces más por un corte de pelo espantoso o ir hasta Mesa Redonda?.
Me ganó la flojera y decidí
ir a la peluquería a la espalda de mi
casa en San Miguel y pagar más por un
corte de cabello peor.
Y eso me salvó de una muerte segura.
Era el 29 de Diciembre del
2001.En el mismo momento que se desataba la tragedia yo estaba cortándome el
pelo y recortándome la barba en la peluquería a la espalda de mi casa en San
Miguel. Era la misma hora en que había calculado llegar a mi acostumbrada peluquería de Mesa Redonda.
Lo que sucedió me lo contó años
después mi paciente, testigo presencial de los hechos.
Toda una cuadra de Mesa
Redonda estaba llena de cientos de vendedores ambulantes de pirotécnicos,
ocupaban las veredas y la pista. Los locales comerciales y las galerías comerciales
del lugar también estaban repletos de pirotécnicos,
bengalas, fuegos artificiales, cohetones, cohetecillos, fuegos artificiales de
todo tipo, ratas blancas bombardas. Etc.
Incluso en los alrededores
de esa cuadra también estaban invadidas por vendedores ambulantes y existían
locales y galerías que también estaban repletas de pirotécnicos, era todo un
arsenal, se calcular que explotaron
cerca de 900 toneladas de pirotécnicos.
Resulta que mientras mi
paciente compraba unos fuegos artificiales
para celebrar el años nuevo, el imbécil (que abundan en el Perú) vendedor
ambulante del costado para impresionar a
un comprador encendió un fuego artificial sin calcular los resultados. Las
bengalas del pirotécnico cayó sobre los demás
fuegos artificiales de alrededor comenzando una reacción en cadena. En contados
segundos se desató el infierno,
toneladas de pirotécnicos explotaron si cesar. Los videos muestran como la
gente corría espantada tratando de salvarse mientras los fuegos artificiales
los derribaban y los quemaban. Las explosiones ocasionaron incendios por todas partes, incluso a cuadras
de distancia. Se incendiaron manzanas enteras de los alrededores. Los dueños de
las galerías comerciales estúpidamente, para impedir que les roben cerraron las
puertas de las galerías dejando a la gente sin vías de escape y murieron todos carbonizados.
Algunas bombardas cayeron en
la subestación eléctrica de la esquina del jirón Cuzco con Mesa Redonda, cayendo
los cables de alta tensión y varios murieron electrocutados.
Se originaron varios incendios
mientras las explosiones no se detenían, se trataba de toneladas de fuegos artificiales.
Se calcular que los muertos
pasaron de los 2000 (dos mil), los datos oficiales hablan solo de 300 muertos y
108 desaparecidos, pero estas cifras no
hablan de los restos destrozados que llenaron camiones completos.
La día siguiente preocupado
por la desgracia y por la suerte de mi peluquero fui hasta Mesa Redonda, pero
no dejaban pasar a nadie ya que los bomberos y la policía se dedicaba a recoger
a los muertos, pero lo que más abundaba eran los restos, brazos, piernas,
cabezas etc. Los muertos estaban tan calcinados que fue imposible reconocerlos.
Días después me acerqué de
nuevo a Mesa Redonda, y lo primero que hice fue ir al local donde funcionaba la
peluquería.
El local estaba totalmente
destruido, calcinado completamente por acción del fuego y de las explosiones, irreconocible.
Nunca se recuperaron los cadáveres
del peluquero y de su ayudante, que era una muchacha provinciana, del mismo
pueblo del peluquero y que era su amante que aprendía la peluquería en el
local.
Tampoco se recuperaron los
cuerpos de sus clientes, todo había desaparecido por efecto de la deflagración.
Conociéndome como me
conozco, se hubiera estado en el lugar en los momentos de la catástrofe, lo más
probable era que me hubiese lanzado a ayudar las víctimas o a apagar el fuego y
hubiera muerto junto con los demás.
Me salvó la flojera de ese día.
Episodios como ese he tenido muchos en mí agitada existencia. No
solo mi poderosa intuición del peligro,
sino incluso mi buena suerte me ha salvado muchas veces.
¿QUE ES LO QUE ME PROTEGE?.
Esa pregunta me la he hecho muchas veces, ¿para que me protege el
destino, cual es mi misión?.
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